(2 Corintios 5:14-15; 1 Juan 3:18; 2 Corintios 9:8)
Pr. Víctor Pino Gamboa*
INTRODUCCIÓN
Amados hermanos presentes en este 20° Congreso del Concilio Internacional de Iglesias Cristianas (CIIC). Es para mí un inmenso privilegio el poder participar de este gran evento mundial, así como es muy honroso el que se me haya confiado compartir con ustedes la palabra de Dios. Con mucho respeto y gratitud saludo a cada uno de ustedes, al Presidente del CIIC, Brad Gsell, y a todos los organizadores de este Congreso Mundial.
Comenzaré tratando de definir la palabra “constreñir”. El Diccionario de la Real Academia Española lo define como “obligar, precisar, compeler por fuerza a alguien a que haga y ejecute algo”. La Biblia de Estudio John MacArthur, lo define como una “presión que es la causa de una acción”.
1. EL AMOR DE CRISTO NOS CONSTRIÑE PARA RECONOCER LA MISERICORDIA DE DIOS
1.1. “Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: Que si uno murió por todos, luego todos son muertos.” (2 Corintios 5:14).
1.2. El apóstol Pablo nos dice: “Mas cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, no por obras de justicia que nosotros habíamos hecho, mas por su misericordia nos salvó, por el lavacro de la regeneración, y de la renovación del Espíritu Santo; el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador.” (Tito 3:4-6).
1.3. El apóstol Juan enfatiza “Dios es amor” (1Juan 4:8). Es decir, que Dios es amor en su esencia. Cuando Cristo vino a la Tierra, Él encarnó el perfecto amor. Por su misericordia, la salvación del hombre fue concebida y manifestada corporalmente. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado á su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” (Juan 3:16).
1.4. En el evangelio de Lucas leemos: “Por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, con que nos visitó de lo alto el Oriente, para dar luz á los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte; para encaminar nuestros pies por camino de paz.” (Lucas 1:78-79).
“La salvación se origina en la misericordia (compasión) de Dios. El Padre planeó la salvación; el Hijo la ejecutó y el Espíritu Santo la aplica. Hay perfecta unidad en la deidad que algunos actos de redención se le atribuyen a una de las personas específicas o bien a la Deidad esencialmente”.
1.5. “El amor es el verdadero punto de contacto entre Dios y el hombre. El hombre ha sido hecho a la imagen de Dios, y la imagen de Dios es la capacidad de entrega personal. Mientras más bondadoso y amante es un hombre, mucho más se parece a Dios. Un hombre bueno prefiere a otros antes que a él; un hombre malo es egoísta”. (Ref. Everett F. Harrison, Diccionario de Teología, pág. 37).
El amor y la misericordia de Dios nos constriñe (obliga) para ser diferentes de los que no tienen, ni perciben el amor y la misericordia de Cristo. Nos toca a nosotros, de alguna manera y en alguna medida, demostrar ese amor y compasión que ignoran aquellas personas.
2. EL AMOR DE CRISTO NOS CONSTRIÑE PARA NO VIVIR PARA NOSOTROS MISMOS
2.1. “Y por todos murió (Cristo), para que los que viven, ya no vivan para sí, mas para aquel que murió y resucitó por ellos.” (2 Corintios 5:15).
2.2. Dado que Cristo murió por nosotros, también nosotros estamos muertos a nuestra vida antigua. Al igual que Pablo, ya no deberíamos vivir para agradarnos a nosotros mismos, sino pasar nuestra vida agradando a Cristo.
2.3. “Porque Cristo, cuando aún éramos flacos, á su tiempo murió por los impíos…Más Dios encarece su caridad para con nosotros, porque siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.
Luego mucho más ahora, justificados en su sangre, por Él seremos salvos de la ira. Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.” (Ro. 5:6,8-10).
La conclusión justa es que no nos pertenecemos a nosotros, porque hemos sido comprados por la sangre de Cristo. “Sabiendo que habéis sido rescatados de vuestra vana conversación, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro ó plata; sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación.” (1 Pedro 1:18-19). Por lo tanto, ya no tenemos ningún derecho de vivir para sí, sino para aquel que nos compró.
Las tres personas de la Trinidad participaron en nuestra salvación. El Padre nos amó tanto que envió a su Hijo para que fuera el puente entre Él y nosotros. El Padre y el Hijo envían al Espíritu Santo para que llene nuestras vidas de amor y compasión. De modo que estamos capacitados para vivir para Cristo y para servir a los hombres.
2.4. Dios ha comisionado a la Iglesia la predicación del evangelio, de llevar las buenas nuevas de salvación a los perdidos. No lo harán los ángeles porque no se les ha confiado a ellos la responsabilidad (1 Pedro 1:12). Pero somos los redimidos por el Señor los que tenemos el mandato para hacerlo (Marcos 16:15-16). Nuestra responsabilidad y privilegio es servir a Cristo quien nos redimió.
2.5. “En nuestros días se habla mucho, y atinadamente, de la verticalidad y la horizontalidad del Evangelio, expresadas de manera plástica en la cruz. Un cristianismo meramente vertical, que sólo mira a Dios, no es cristianismo; y un cristianismo horizontal, que sólo mira al hombre, tampoco es cristianismo. Lo primero es mero misticismo hueco; lo segundo, filantropía humana; nada más”.
“La Palabra de Dios nos enseña a considerar al hombre en su totalidad, como un ser dotado de cuerpo y alma, inmerso ahora en la temporalidad, pero con un destino que penetra en la eternidad…Los profetas del Antiguo Testamento, inspirados por el Espíritu de Dios, no tuvieron problemas en unir los dos elementos sin esfuerzo de ninguna clase. En sus mensajes se combinan admirablemente la escatología mesiánica y la denuncia de los pecados cometidos en la sociedad de su tiempo, el llamamiento a la reconciliación con Dios y el deber de vivir conforme a los principios de su justicia”.
“Tampoco hubo problemas en la primera iglesia cristiana. En aquella gran familia de discípulos de Jesús en Jerusalén, la predicación del Evangelio y la conversión de miles de personas corrían parejas con la solicitud que los creyentes tenían por los pobres y las viudas…” (Ref. José M. Martínez y José Grau, “Iglesia, sociedad y ética cristiana”, pág. 42).
2.6. En el evangelio de Mateo 25:34-40, Cristo nos enseña sobre actos de compasión que todos podemos realizar a diario. Son gestos que no dependen de riqueza, habilidad o inteligencia, sino de simples actos de bondad. La bondad es uno de los frutos del Espíritu Santo (Gálatas 5:22). No tenemos excusa para desatender a quienes pasan necesidad, tampoco podemos decir que es responsabilidad de la Iglesia o de las instituciones del gobierno responsables del servicio social. Dios exige que atendamos las necesidades de los demás. “¿No es que partas tu pan con el hambriento, y á los pobres errantes metas en casa; que cuando vieres al desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu carne?”, nos dice Isaías 58:7.
Nuestra redención costó el sacrificio de Cristo. El “Cordero de Dios” fue ofrecido en sacrificio vivo por los pecados de la humanidad. Nosotros somos parte de esa humanidad; pero ahora ya somos hijos de Dios, redimidos (rescatados) por “la sangre del Cordero de Dios” (Juan 1:29, 36; Apocalipsis 12:11), “en el cual tenemos redención por su sangre, la remisión de pecados por las riquezas de su gracia.” (Efesios 1:7).
Pero todavía hay millones de personas que viven en esta tierra que todavía están muertos en sus delitos y pecados, viviendo “sin esperanza y sin Dios en el mundo” (Efesios 2:12-13). “Dios por su grande misericordia nos ha regenerado en esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos.” (1 Pedro 1:3). Pero nuestra responsabilidad es interesarnos en la salvación de aquellas personas. Ya no podemos vivir para nosotros mismos.
2.7. El apóstol Pablo dice: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y vivo, no ya yo, mas vive Cristo en mí: y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó, y se entregó á sí mismo por mí.” (Gálatas 2:20). Cuando el hombre acepta a Cristo como su Salvador, muere al pecado y recibe vida espiritual (Efesios 2:1-2). El “viejo hombre” del creyente queda muerto. “El nuevo hombre que es criado conforme á Dios en justicia y en santidad de verdad” (Efesios 4:22), tiene el privilegio de que Cristo more en su interior y lo capacite con el poder del Espíritu Santo para vivir en Él (Cristo).
2.8. Pablo sigue diciendo: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es: las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” (2 Corintios 5:17). El cristiano es una persona nueva en su interior. El Espíritu Santo le da vida nueva y ya no es la misma de antes.
Los cristianos no somos reformados, ni rehabilitados, ni reeducados, somos recreados (una nueva creación) para vivir en unión vital con Cristo (Colosenses 2:6-7). Ahora cuando el Espíritu de Dios mora en nosotros ya no tenemos que vivir para nosotros mismos, sino para Cristo y para hacer toda buena obra.
3. EL AMOR DE CRISTO NOS CONSTRIÑE PARA ABUNDAR EN TODA BUENA OBRA
3.1. “Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia; á fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo que basta, abundéis para toda buena obra.” (2 Corintios 9:8).
El tema de la generosidad se da en el contexto de la siembra y la cosecha. Se enfatiza el aspecto económico. Dios el que proveyó por amor y misericordia, el sacrificio para nuestra redención. También es Todopoderoso para suplir todas las necesidades económicas de los creyentes, a fin de que haya los recursos necesarios para toda buena obra.
3.2. “Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ó por necesidad; porque Dios ama el dador alegre. Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia; á fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo que basta, abundéis para toda buena obra: Como está escrito: Derramó, dio a los pobres; Su justicia permanece para siempre. Y el que da simiente al que siembra, también dará pan para comer, y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los crecimientos de los frutos de vuestra justicia; para que estéis enriquecidos en todo para toda bondad, la cual obra por nosotros hacimiento de gracias á Dios.” (2 Corintios 9:7-11).
3.3. Las Escrituras enfatizan: “Y considerémonos los unos á los otros para provocarnos al amor y á las buenas obras.” (Hebreos 10:24); “Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de obra y en verdad.” (1 Juan 3:18).
3.4. Dios tiene preocupación por los pobres y desvalidos, porque son ellos generalmente los maltratados por los ricos. “Mas vosotros habéis afrentado al pobre. ¿No os oprimen los ricos, y no son ellos los mismos que os arrastran á los juzgados?” (Santiago 2:6). En todos los países hay ricos y pobres. Pero en donde quiera, la mayoría es la gente de bajos recursos económicos. Pero hay advertencias para los ricos: “Guárdate que no haya en tu corazón perverso pensamiento, diciendo: Cerca está el año séptimo, el de la remisión; y tu ojo sea maligno sobre tu hermano menesteroso para no darle: que él podrá clamar contra ti á Jehová, y se te imputará á pecado. Sin falta le darás, y no sea tu corazón maligno cuando le dieres: que por ello te bendecirá Jehová tu Dios en todos tus hechos, y en todo lo que pusieres mano.” (Deuteronomio 15:9-10).
Demos siempre lugar al amor de Cristo para constreñirnos, a fin de abundar para toda buena obra. Enseñanza tenemos en las Sagradas Escrituras. Vivamos para las buenas obras, las evidencias de nuestra fe, serán las buenas obras. “Así también la fe, si no tuviere obras, es muerta en sí misma. Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras: muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras.” (Santiago 2:17-18).
Algunas personas serán ganadas para Cristo y su Reino, por nuestro cristianismo práctico; pero otros se perderán por nuestro mal testimonio. (1 Co. 10:32; 2 Co. 6:3).
El escritor francés André Gide, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1947, que se acercó al marxismo, escribe hablando del cristianismo: “Considero que a raíz de sus transacciones el cristianismo está en bancarrota. He escrito y lo creo firmemente, que si se hubiese hecho prevalecer y se hubiese llevado a la práctica las enseñanzas de Jesús, hoy no existiría el problema del comunismo y en realidad ni siquiera habría problema social”, puntualiza. (Ref. Samuel Escobar. “Dialogo entre Cristo y Marx”, pág. 19).
3.5. Ante esa evidente realidad, los hijos de Dios estamos llamados a compartir de lo que tenemos. La disposición de dar es más importante que la cantidad. Cristo alabó a la viuda que dio sus dos monedas (sus dos blancas). “Entonces llamando á sus discípulos, les dice: De cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos los que han echado en el arca: Porque todos han echado de lo que les sobra; mas ésta, de su pobreza echó todo lo que tenía, todo su alimento.” (Marcos 12:43-44).
El amor de Cristo nos constriñe para hacer buenas obras. Cuando tomemos lo que Dios nos ha dado y lo invertimos en su obra, Él nos proveerá aún más para seguir dando y haciendo buenas obras.
Las buenas obras son la evidencia de una nueva vida espiritual. “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras obras buenas, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.” (Mateo 5:16).
“Teniendo vuestra conversación honesta entre los gentiles; para que, en lo que ellos murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen á Dios en el día de la visitación, estimándoos por las buenas obras.” (1 Pedro 2:12). Tenemos que vivir un cristianismo práctico.
CONCLUSIÓN
1. El amor de Cristo nos constriñe para reconocer la gracia y misericordia Dios. Como pecadores sólo merecíamos el infierno. Sin embargo, Cristo tomó nuestro lugar. “Mas Dios encarece su caridad para con nosotros, porque siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Luego mucho más ahora, justificados en su sangre, por Él seremos salvos de la ira.” (Romanos 5:8-9).
2. El amor de Cristo nos constriñe para no vivir para nosotros mismos, sino para Dios, y para los que nos necesiten: los hermanos en la fe y las demás personas que requieran nuestro servicio. “No nos cansemos, pues, de hacer bien; que á su tiempo segaremos, si no hubiéremos desmayado. Así que, entre tanto que tenemos tiempo, hagamos bien á todos, y mayormente á los domésticos de la fe.” (Gálatas 6:9-10).
3. “Y todo lo que hagáis, hacedlo de ánimo, como al Señor, y no á los hombres. Sabiendo que del Señor recibiréis la compensación de la herencia: porque al Señor Cristo servís.” (Colosenses 3:23-24).
El cristiano es una persona nueva en su interior, pero sus actos son exteriores y visibles. “Porque somos hechura suya, criados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó para que anduviésemos en ellas.” (Efesios 2:10).
Esta sociedad humana está llena de una espantosa corrupción; el pecado la ha ensombrecido tanto como en los días de Noé (Mateo 24:37-39). Por eso, necesita nuestra “sal y nuestra luz”. Cristo dijo: “Vosotros sois la sal de la tierra: y si la sal se desvaneciere ¿con qué será salada? no vale más para nada, sino para ser echada fuera y hollada de los hombres.” (Mateo 5:13). Y continúa diciendo: “Vosotros sois la luz del mundo: una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una lámpara y se pone debajo de un almud, mas sobre el candelero, y alumbra á todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras obras buenas, y glorifiquen á vuestro Padre que está en los cielos.” (Mateo 5:14-16).
El apóstol Pablo también nos exhorta: “…Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor… Para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin culpa en medio de la nación maligna y perversa, entre los cuales resplandecéis como luminares en el mundo.” (Filipenses 2:12,15).
Es imprescindible que sea Cristo quien nos constriña para reconocer siempre la gracia y misericordia de Dios. Que Cristo sea quien nos constriña para no vivir egoístamente sólo para nosotros mismos; y, qué importante es que Cristo sea quien nos constriña para vivir haciendo buenas obras delante de Dios y los hombres. Obrando, pero también viviendo en santidad.
El apóstol Pedro nos recuerda: “Por lo cual, teniendo los lomos de vuestro entendimiento ceñidos, con templanza, esperad perfectamente en la gracia que os es presentada cuando Jesucristo os es manifestado: Como hijos obedientes, no conformándoos con los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino como aquel que os ha llamado es santo, sed también vosotros santos en toda conversación: Porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo.” (1 Pedro 1:13-16). Es una contundente exhortación para que los cristianos procuremos en Cristo y bajo el poder del Espíritu Santo, nuestro perfeccionamiento cristiano en todas las áreas de nuestra vida cristiana.
Amados hermanos, muchas gracias por su paciencia. Que el Señor los bendiga a todos. Amén.
VIDEO:
20° CONGRESO MUNDIAL DEL CONCILIO INTERNACIONAL DE IGLESIAS CRISTIANAS (CIIC) - PUERTO MONTT, CHILE 2020
Día: Miércoles 29 de Enero.
Lugar: Coliseo de Puerto Montt (Chile).
Mensaje: “El amor de Cristo nos constriñe… para abundar en toda buena obra” (2 Corintios 5:14-15, Hebreos 10:24, 1 Juan 3:18, 2 Corintios 9:8).
Predicador: Rev. Victor Pino (Chimbote, Perú).
Véalo en: https://www.facebook.com/1004162423127910/videos/858028431300115